HECHOS PARTE I



Con un simple chasquido de los dedos viene la fricción, salta la chispa de un fósforo y se enciende la paja. Una llama insignificante quema los bordes y crece, alimentada por la madera y el aire. Arde muy pronto y cubre todo con lenguas de fuego rojo naranja. Se esparce a lo ancho y alto, consumiendo la madera. La llama se convirtió en fuego. Hace casi dos mil años se encendió un fósforo en Palestina. Al principio, pocos en ese rincón del mundo sintieron el toque hasta encenderse, sin embargo, el fuego se extendió más allá de Jerusalén y Judea, al mundo y a toda la gente.

El libro de Hechos provee una descripción de un testigo ocular de la llama y el fuego: el nacimiento y la expansión de la Iglesia. Comenzando en Jerusalén con un pequeño grupo de discípulos, el mensaje viajó a través del Imperio Romano. Dotados de poder por el Espíritu Santo, este valiente grupo predicó, enseñó, sanó y demostró amor en las sinagogas, escuelas, hogares, mercados y salas de juicio; en las calles, colinas, embarcaciones y caminos desérticos, adondequiera que Dios los envió, vidas e historias cambiaron.
Escrito por Lucas como una continuación a su Evangelio. Hechos es un informe histórico exacto de la iglesia primitiva. También es un libro teológico, con lecciones y ejemplos vivos de la obra del Espíritu Santo, de las relaciones y organización de la iglesia, las implicaciones de la gracia y la ley del amor. Hechos es además una obra apologética que construye un fuerte marco para la validez de los reclamos y promesas de nuestro Señor Jesucristo.
El libro de Hechos comienza con el derramamiento del Espíritu Santo prometido y el inicio de la proclamación del Evangelio de nuestro señor Jesucristo. Esta evangelización inspirada por el Espíritu Santo se origina en Jerusalén y por último se difunde hasta Roma, abarcando gran parte del Imperio Romano. El Evangelio va primero a los judíos; pero estos, como nación, lo rechazaron. Un remanente de judíos, por supuesto, recibió gozoso las buenas nuevas. Pero el rechazo continuo del evangelio por la inmensa mayoría de los judíos favoreció el desarrollo de la proclamación del Evangelio entre los gentiles. Esto fue de acuerdo al plan de nuestro señor Jesucristo: el Evangelio fue de Jerusalén a Judea, a Samaria y hasta lo último de la tierra (1.8). En cierta forma, este es el patrón que la narración de Hechos sigue.
La gloriosa proclamación empieza en Jerusalén (capítulos 1–7), va a Judea y Samaria (capítulos 8–12) y a los países más allá de Judea (13–28). La tercera parte de Hechos se enfoca sobre todo en los viajes misioneros del Apóstol Pablo a muchos países al norte del Mediterráneo. Él, con sus compañeros, llevaron primero el evangelio a los judíos y después a los gentiles. Algunos judíos creyeron y muchos gentiles recibieron las buenas nuevas con gozo, se inician nuevas congregaciones y los nuevos creyentes comienzan a crecer en la vida cristiana.
A medida que estudiemos Hechos, pongámonos en el lugar de los discípulos, sintamos con ellos la experiencia de estar lleno del Espíritu Santo y emocionemos al ver a miles respondiendo al mensaje del Evangelio. Sintamos su entrega al dar cada pizca de su talento y tesoro a nuestro Señor Jesucristo. Y por último contemplemos el denuedo de los discípulos del primer siglo, los que en medio del sufrimiento y aun enfrentando la muerte aprovecharon cada oportunidad para hablar de su Señor crucificado y resucitado. Luego decidamos ser la versión del siglo veinte de estos hombres y mujeres de Dios. Amen.


Tema

Es de vital importancia que comprendamos el mensaje básico del libro de Hechos, y para hacerlo debemos examinarlo en sentido general para captar su mensaje. Es este libro vemos el mensaje del Reino y la puesta a un lado de la situación de Israel; también presenciamos la expansión de la Iglesia y el mensaje de la gracia de Dios. En los capítulos 1–7 definitivamente estamos en terreno judío. Si tenemos presente que Hechos es en realidad una continuación de Lucas y reflexionamos en Lucas 24.46-47, veremos por qué los discípulos empezaron en Jerusalén: Nuestro señor Jesucristo les ordenó que se quedaran allí hasta que viniera el Espíritu Santo. Su ministerio debía empezar en Jerusalén: «al judío primeramente» (Ro 1.16). Incluso, cuando llegamos a Hechos 8.1, hallamos a los Apóstoles que con valor permanecen en Jerusalén, mientras que los demás huyen. No desobedecían al Señor, sino seguían sus órdenes. Las siguientes son unas pocas de las muchas evidencias en Hechos 1–7 de que el ministerio de los apóstoles en este tiempo fue a los judíos y todavía era el Mensaje del Reino:

1. Los discípulos esperaban el establecimiento del Reino (1.6) y nuestro Señor Jesucristo no los reprendió por su petición. Él les prometió que se sentarían en doce tronos (Mt 19.28).

2. Era necesario que eligieran al doceavo Apóstol (1.22) para que tomara el lugar de Judas, de manera que la promesa de nuestro Señor Jesucristo pudiera cumplirse. No se suponía que Pablo fuera ese nuevo Apóstol, por cuanto su ministerio fue principalmente a los gentiles. Su ministerio tenía que ver con un cuerpo: La Iglesia.

3. Pedro predicó a los hombres de Judá, Jerusalén e Israel en su mensaje en Pentecostés (2.14, 22). No habló a los gentiles. Ante todo, fue un mensaje judío, para una congregación judía, en una festividad religiosa judía.

4. La profecía de Joel (Hch 2.16ss) se relaciona en primer lugar a Israel, no a la Iglesia.

5. Pedro describió la cruz como instrumento de crimen, no como el remedio de la gracia de Dios para el pecado (2.22–23). Compare esto con el mensaje de Pablo en 2 Corintios 5.

6. El tema de Pedro en Pentecostés es la Resurrección. Nuestro Señor Jesucristo prometió darle a Israel una señal, la del profeta Jonás, que es la Muerte, Sepultura y Resurrección (Mt 12.38ss). De esta señal predicó Pedro. Dios estaba ahora dándole a Israel otra oportunidad para que aceptaran al Mesías y fueran salvos.

7. Los Apóstoles y los primeros convertidos adoraban en el templo (2.46ss; 3.1ss) y mantuvieron contacto con el ministerio del templo hasta que los expulsaron.

8. Pedro dijo que los días de la bendición que estaban experimentando en Hechos habían sido profetizados por los profetas del AT (3.21, 24). Pero la Iglesia era un misterio que Dios tenía escondido y no lo dio a conocer a plenitud sino hasta el ministerio de Pablo (léase con cuidado Ef 3). Los profetas hablaban del reino judío, no de la Iglesia. Confundir estas dos cosas crea problemas.

9. Jerusalén era el centro de la bendición; todo el mundo llegaba allá (5.16). Era definitivamente terreno del reino; véase Isaías 66.5ss.

10. Pedro sin rodeos le dijo al concilio que el mensaje era de arrepentimiento para Israel (5.31).

11. En el capítulo 7, Esteban repasó la historia de Israel y mostró cómo la nación había rechazado la verdad a través de los años. No hace falta mucho esfuerzo para ver que en los primeros siete capítulos de Hechos el interés está en la nación judía y que el mensaje tiene que ver en primer lugar al reino, no a la Iglesia. Es importante que comprendamos el porqué.

Hay tres asesinatos en la historia de Israel que marcan su rechazo a la voluntad de Dios. Juan el Bautista vino predicando el reino (Mt 3.1ss) y los judíos permitieron su asesinato. De esta manera rechazaron al Padre que le envió. Luego vino nuestro Señor Jesucristo, predicando el mismo mensaje (Mt 4.12–17), y le crucificaron. De este modo, rechazaron a Dios el Hijo. En la cruz nuestro Señor Jesucristo oró por los judíos: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen» (Lc 23.34). Esta oración hizo posible una tercera oferta del reino mediante los Apóstoles, registrada en los primeros siete capítulos de Hechos. ¿Cuál fue el resultado? ¡Los líderes religiosos asesinaron a Esteban! Este fue el pecado de resistir al Espíritu Santo (Hch 7.51), el «pecado imperdonable» de que nuestro Señor Jesucristo habló en Mateo 12.31, 32. La muerte de Esteban marca el cierre de la oferta de Dios del reino a los judíos.

En los capítulos 8–12 tenemos una transición. En el capítulo 8 el Evangelio va de los judíos a los samaritanos. En el capítulo 9 Pablo se convierte de una manera inusual y milagrosa, y Dios prepara al apóstol para su ministerio a la Iglesia. En el capítulo 10 el evangelio va a los gentiles y Pedro defiende esta nueva partida en el capítulo 11. En el capítulo 12 vemos a Pedro por última vez como líder entre los creyentes. En el capítulo 13 es Pablo el que asume el liderazgo, aquí y por todo el resto del libro.

La Iglesia en Hechos

Si los primeros siete capítulos describen un mensaje que se ofrecía a los judíos, entonces, ¿dónde encaja la Iglesia, el cuerpo de nuestro Señor Jesucristo? La respuesta: la Iglesia empezó en Pentecostés, pero Dios no la reveló a plenitud sino hasta más tarde, principalmente a través de los escritos de Pablo. Nuestro Señor Jesucristo prometió edificar su Iglesia (Mt 16.18); pero casi en el mismo instante le dio a Pedro «las llaves del reino de los cielos» (Mt 16.19). Pedro usó estas «llaves» para abrir la puerta de la fe a los judíos en Pentecostés (Hch 2), a los samaritanos (cap. 8) y a los gentiles (cap. 10). En otras palabras, hay una transición en estos primeros siete capítulos de Hechos, con Israel y el reino saliendo de la escena, y entrando la Iglesia y el evangelio de la gracia de Dios.

Nuestro Señor Jesucristo les prometió a los apóstoles un bautismo del Espíritu (Hch 1.5) y esto sucedió en Pentecostés (Hch 2; véase 1 Co 12.13) y en la casa de Cornelio (Hch 10.45; véase 11.15–17). Estos dos sucesos incluyeron tanto a judíos como a gentiles, y así se formó el cuerpo de nuestro Señor Jesucristo. Los Apóstoles no sabían si Israel recibiría o no su oferta del reino (1.6, 7), pero nuestro Señor Jesucristo sí lo sabía. De esta manera la Iglesia estaba a punto de hacerse cargo del propósito de Dios debido al fracaso de Israel.

Es fácil ver que a medida que la acción de la Iglesia empieza a llenar las páginas de Hechos, Israel se vuelve menos y menos significativa en el programa de Dios sobre la tierra. En el capítulo final (28.17ss) Pablo pronunció el juicio de Dios sobre la nación. Como explica Romanos 9–11 Dios dejó a un lado a Israel hasta que «la plenitud de los gentiles» (Ro 11.25) pudiera ser una realidad mediante el ministerio de la Iglesia. Debe reconocerse este énfasis del reino que se halla en los primeros siete capítulos de Hechos; de otra manera uno pudiera aplicar ciertas prácticas que en realidad no se ajustan a la Iglesia de hoy. Por ejemplo, algunos cristianos bien intencionados quieren «regresar a Pentecostés» en busca de su ideal espiritual; pero a la luz del análisis que acabamos de hacer, Pentecostés (un festival judío) incluyó señales para los judíos que no necesariamente tienen relevancia para la Iglesia de hoy. El «comunismo cristiano» de Hechos 4.31ss no es para nosotros hoy. Fue una evidencia temporal de la obra de gracia del Espíritu, un cuadro de la bendición del reino que vendrá. Por supuesto, los principios espirituales dados en estos capítulos se aplican a los creyentes de todas las edades; pero debemos tener cuidado de no mezclar la verdad del reino del AT con la verdad de la Iglesia, y así confundir el mensaje y el ministerio.

El Espíritu Santo en Hechos

A este libro se le pudiera bien llamar «Los Hechos del Espíritu Santo». Es importante notar el progreso en la experiencia de los creyentes según el libro avanza de terreno judío al terreno de la Iglesia.

Hechos 2.38: Pedro les dice a los judíos que se arrepientan, que crean y sean bautizados para recibir al Espíritu Santo.

Hechos 8.14–15: Pedro ora por los samaritanos para que reciban el Espíritu Santo, les impone las manos y reciben el don del Espíritu Santo.

Hechos 10.44: ¡El Espíritu Santo viene sobre los gentiles cuando creen, y Pedro sólo puede asombrarse! Hechos 10.44 es el patrón de Dios para hoy: oír la Palabra, creer, recibir el Espíritu Santo y después bautizarse como evidencia de la fe.



El bautismo en Hechos

Cuando Pedro estaba ofreciendo el reino a los judíos, el bautismo era esencial para que recibieran el Espíritu Santo (Hch 2.38). El bautismo en el nombre del Mesías rechazado los identificaría con Él y los separaría de los demás judíos, a quienes Pedro llama «esta perversa generación» (2.40). Pero el bautismo de los samaritanos no les concedió el Espíritu (8.12–17). Tuvieron que llamar a Pedro y a Juan, dos judíos, quienes oraron por los nuevos creyentes y les impusieron las manos; y entonces recibieron el Espíritu. Así fue el segundo uso que Pedro hizo de «las llaves del reino». Pero el modelo del bautismo para esta edad se halla en Hechos 10.44–48: estos creyentes fueron bautizados después que recibieron el don del Espíritu.

Marco Histórico

Aunque históricamente las buenas nuevas se difundieron por muchos caminos a partir de Jerusalén, Hechos se concentra en el camino que conduce a través de Antioquía a Roma. Sabiendo perfectamente que han transcurrido los martirios de Pedro y de Pablo, Lucas celebra la victoria del mensaje en la capital del mundo conocido. Quiere dar a entender que el fin «abrupto» de Hechos obedece al plan teológico de la obra.
Aporte a La Teología

Además de ser hábil historiador y literato, Lucas ha producido una obra eminentemente teológica. A diferencia de Pablo y Marcos, cuya expectativa frente a la pronta venida de nuestro Jesucristo deja huellas profundas en el Nuevo Testamento, Lucas prevé un período nada corto de misión universal de la iglesia antes de la parusía. El acontecimiento salvífico, pues, abarca no solo la carrera terrestre de nuestro Señor Jesúcristo, sino la historia de la Iglesia guiada por el mismo Espíritu Santo.

La expansión de la iglesia está siempre bajo el signo de este Espíritu de la profecía, que toma la iniciativa en encrucijadas importantes (por ejemplo, 8.29; 10.44; 11.16; 13.2), sea para inhibir un plan de acción (16.6), sea para fomentar otro.

Hechos presenta a la primerísima Iglesia (1–7) como un Israel restaurado. Tanto es así que la venida del Espíritu Santo tiene que aguardar la elección de un nuevo Apostol, para que haya doce líderes exactamente (1.12–26). Las promesas hechas a Abraham tienen que cumplirse, pero esto sucede precisamente en nuestro Señor Jesucristo (al decir de Pedro, 2.14–36). Más tarde, en su misión que por definición se dirige a los gentiles, Pablo también buscó comenzar su predicación en la Sinagoga de cada ciudad de la diáspora (Lucas repite esta pauta siete veces), a pesar del rechazo que sufre a manos de la vasta mayoría de los judíos (por ejemplo, 13.45s).

La Iglesia producto de esta misión procura mantener el contacto con la Iglesia Madre en Jerusalén, más apegada a las demandas de la Ley; pero la relación se hace tensa. La estrategia, , por ejemplo, ideada por Pablo como pieza central en su plan de misión entre los que no son judíos, es destinada a esta Iglesia Madre y no al Templo.

Los últimos versículos del libro (28.28–31) sugieren que el futuro de la fe cristiana no se halla en el conservadurismo de Jerusalén, sino en el Evangelio de la salvación gratuita abrazado por los gentiles.

En el libro nos encontramos con no menos de veinticuatro discursos (que constituyen un tercio del texto), usados como apología en pro de los temas predilectos de Lucas: la afirmación del mundo, la «visitación» por Dios que invierte los papeles de pobres/ricos, dignos/indignos, enfermos/sanos, la salvación de los «insalvables», el progreso del evangelio como Palabra de Dios, la importancia de la conversión y la respuesta de la fe.

Otros Puntos Importantes

Casi una quinta parte de Hechos consiste en discursos, principalmente de Pedro, Esteban y Pablo, que constituyen una proclamación básica que se puede bosquejar así:
1. Las promesas de Dios en el Antiguo Testamento ya están cumplidas.

2. Jesús de Nazaret es el Mesías prometido.

a. Nuestro Señor Jesucristo realizó obras buenas y poderosas con Poder Divino.

b. A nuestro Señor Jesucristo lo crucificaron conforme al propósito de Dios.

c. Dios levantó a nuestro Señor Jesucristo de entre los muertos.

d. Ahora nuestro Señor Jesucristo reina por el poder de Dios.

e. Nuestro Señor Jesucristo volverá a juzgar y a restaurar las cosas conforme al propósito de Dios.

3. Todo el que oye debe arrepentirse y bautizarse.

 Este bosquejo es el más antiguo ejemplo del Evangelio que proclamaba la Iglesia Primitiva. Es «El Fundamento de los Apóstoles y Profetas, siendo la principal piedra del ángulo nuestro Señor Jesucristo mismo» (Ef 2.20). Sobre esto se asienta la Iglesia. En este sentido, el libro de los Hechos todavía está inconcluso, porque cada generación recibe del Espíritu Santo la capacidad de añadir a sus capítulos al proclamar las Buenas Nuevas de nuestro Señor Jesucristo.

Aplicación Personal

Los Hechos es un registro del cristianismo practicado bajo el poder del Espíritu Santo. Enseña a los creyentes cómo vivir juntos dentro de una significativa fraternidad cristiana, compartiendo libremente unos con los otros (2.42; 4.32–35).

En sentido inverso, los Hechos también muestra que, inevitablemente, los cristianos tendrán desacuerdos (6.1; 11.1–3; 15.2, 7; 15.36–39), pero que Dios da sabiduría y gracia para superarlos (15.12–22). Aun cuando la iglesia primitiva contaba en su seno con personas de carácter fuerte, de todos modos existía el deseo de escuchar y someterse los unos a los otros (15.6–14).

Probablemente, la característica más prominente de los primeros cristianos fue su poder espiritual. Ellos ayunaban y oraban fervientemente (2.42; 6.4; 13.3), y su fe abrió un cauce al poder milagroso de Dios (3.16). Hechos habla de gente común que hacía cosas extraordinarias. ¡Señales acompañaron a los que creyeron! (véase Mc 16.17, 18).

CRONOLOGIA LIBRO DE HECHOS